domingo, enero 06, 2008

Un guión perdido de Hitchcock

En su rostro se refleja el asombro. Como se le mira en un documental que circula por internet, Martin Scorsese se coloca unos guantes blancos de joyero y abre con gran cuidado la caja en donde están esos papeles encontrados recientemente que pertenecieron a Alfred Hitchcock, y que configuran la escena final de un filme no realizado.
Desde que tuvo ese tesoro entre sus manos, el cineasta estadunidense se propuso llevarlo a la pantalla. La condición que se impuso es que no fuera una película suya sino de Hitchcock, que conservara la esencia hitchcockiana, como la hubiera dirigido el maestro de estar ahora vivo. “Una cosa es conservar una película filmada y otra muy distinta conservar una cinta no filmada”, se dijo entonces. “¿Puedo hacerla como Hitchcock? No lo creo. ¿Como quién la voy a hacer? Esa es la cuestión.”
Bajo ese panorama se encerró Scorsese a mediados de octubre en una gigantesca nave industrial de Nueva Jersey con técnicos, actores y demás figurantes, incluida una orquesta.
Con la técnica del chroma key (un fondo de color sólido) se intenta recrear la sala principal del neoyorquino Carnegie Hall, y la escena tiene ecos obvios con la secuencia del Royal Albert Hall en El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew To Much), sobre todo la versión de 1956.
Usa Scorsese el estilo de Saul Bass para el diseño de los créditos, y las líneas transversales se convierten en las cuerdas de un violín, así como un entramado lineal se vuelve el edificio de las Naciones Unidas en Intriga internacional (North by North West, 1959).
Mientras la orquesta interpreta una pieza centrada en los instrumentos de cuerda (composición de Bernard Hermann), un hombre busca en un palco una llave, que aparecerá dentro de un foco; entre el público, una pareja se inquieta por las actividades del hombre. Ella es una clásica “rubia Hitchcock” del tipo de Grace Kelly o Eve Marie Saint. El tipo que la acompaña parece tenerla amenazada, y está en contacto visual con uno de los violinistas, que al ver en el palco al que se hace de la llave, deja el escenario y va hacia él; intentará ahorcarlo con una soga (Rope, 1948), pero en el forcejeo resulta herido y cae de una manera que recuerda a James Stewart en La ventana indiscreta (Rear Window, 1954). El que parece el héroe recibe una ráfaja de flashazos, como sucede también en la película citada.
La llave abre la caja de un vino espumoso, como la llave de marca Única en Notorious (1946); y en el corcho se alcanza a ver la leyenda “Top Secret”, que da la idea de que pueder haber ahí un microfilm o algo similar. Hasta ahí las tres cuartillas. En el documental, explica Scorsese que algo falta entre ese momento y el final, la media cuartilla que resta. Hay, pues, un salto. Al fin, la galana y el galán brindan por la feliz resolución de la historia.
Luego del tour de force le preguntan a Scorsese: “¿Cree usted que ha logrado conservar la visión que tenía Hitchcock?”
Y él responde: “Espero que sí. Haciendo esto puedo sentir su mirada por encima de nuestros hombros, por lo menos del mío. Espero que no se lo tome a mal, espero que haya entendido lo divertido de todo esto, que fue hecho con amor, aunque las cosas que se hacen con amor no siempre resultan buenas”.
Mientras esto dice el edificio en donde se encuentra empieza a ser rodeado por amenazantes aves negras sacadas de Los pájaros (The Birds, 1963).
No se trata de una broma del día de los inocentes sino del comercial anual del vino espumoso español Freixenet, encargado este año a Martin Scorsese. Puede ser visto en la página www.freixenet.com

Diciembre 2007

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